EX-PAÑA: La quiebra de un Estado.
Siempre creí que Territorio, Nación y Estado significaban lo mismo. Encontrar los matices que diferencian
los conceptos que esconden las tres palabras confieso
que me ha costado bastante tiempo entender. Posiblemente el error nace del hecho que supone ver las cosas
cada día iguales. Uno se levanta por la mañana y ve que
el territorio donde uno ha nacido sigue siendo el mismo
que el día anterior. Pasan los días, uno se hace viejo y
todo sigue igual. De pronto alguien, desde otro rincón del
mismo territorio, dice que él ya no quiere pertenecer al
“ente virtual” llamado España porque su espíritu está
poseído por otro “amor”. Entonces uno se da cuenta que
lo que parecía único e indestructible se hace añicos. Uno
se viene a dar cuenta que Territorio, Nación, Estado significan cosas distintas.
Pero ¿que es lo que se hace añicos?.
No hace falta esforzarse para comprender que el
Territorio no puede hacerse añicos por la decisión de un
mortal. Solo la Naturaleza se encarga de esas cosas. Es
pues, la Nación o el Estado el que se destruye, o puede
destruirse. En realidad es el odio, la envidia, la soberbia,
el poder, o cualquier otro vicio o pasión humana, la que
provoca estas situaciones. Y esto es así porque tanto la
Nación como el Estado no dejan de ser otra cosa que
realidades virtuales que no forman parte de la Naturaleza. Son creaciones imaginativas para representar realidades sociales virtuales en la imaginación de algunas
personas.
Dicen los científicos que nuestros ancestros
nacieron en África y se expandieron por toda la Tierra, yo
creo que son exageraciones, pero esto es lo que hay. En
aquél tiempo no había fronteras, ni naciones, ni estados.
Lo único que ataba al hombre al territorios era el
abastecimiento de alimentos. Se estableció en un territorio y dijo que aquello era suyo. Ancló sus posaderas en
un lugar cuando vio que podía satisfacer todas sus
necesidades sin dar tumbos por el espacio y por el tiempo, lo que le obligó a defender su aposento. Desgraciadamente su vida sedentaria le debilitó físicamente y
otras tribus trataron de ocupar su espacio por la fuerza.
La Historia de los pueblos se escribe con sangre: siempre el fuerte desplaza al débil. Cuenta la Historia que el
pueblo hebreo es el pueblo errante: de aquí para allá sin
territorio propio y ahora que lo tiene sus vecinos quieren
quitárselo.
Hasta hace doscientos años el concepto de Nación
o Estado no tenía sentido alguno, puesto que los territorios eran propiedad de los “Señores”, unos se llamaban
príncipes, otros reyes, otros emperadores, que tanto da.
Los hombres que vivían en sus posesiones eran parte de
su propiedad. El territorio de los continentes de la Tierra
se lo repartían los poderosos, los mas fuertes; el resto
obedecía.
El tratado de Westfalia (1648) iluminó a los hom-
bres diciéndoles que la superficie de la Tierra se dividía
en Territorios separados por fronteras y estas marcaban
los límites de las distintas naciones, de tal forma que
unas respetarían las fronteras de las otras. Cada Nación se dotaría de una organización administrativa que
atendiera los intereses de sus habitantes.
La idea era buena pero como se ve los tentados por
el poder no están dispuestos a respetar los acuerdos.
El refranero español dice: “El hombre no es de
donde nace, sino de donde pace”. La sabiduría popular define con claridad lo que ata al hombre a la tierra, al
territorio. Uno se pregunta si es la tierra o la gente; o
mas bien sus costumbres la que realmente ata al hombre
a su “terruño”. Lo cierto es que es habitual escuchar a
todo el mundo lo mucho que quiere su lugar de
nacimiento, aunque yo lo traduzco como el lugar donde
se ha criado. La atracción no la da el nacimiento sino la
vivencia: un nacido en un lugar pero criado en otro muy
lejano nunca sentirá el magnetismo de la tierra que le vio
nacer. Habrá que concluir que lo que ata a los hombre a
un territorio no es ni la Nación ni el Estado de origen, es
el Territorio que le ha visto crecer. Una vez aclimatado, el
hombre tiende a permanecer estático; y si tuviera que
marcharse lo hace para retornar en cuanto las circunstancias se lo permitan. Si un hombre está atado al lugar
que le ha visto crecer, ¿que es lo que provoca su frustración para abandonarlo?.
EL SENTIDO DE LAS MIGRACIONES.-
Llegados a este punto se entiende que lo que
puede provocar el malestar en los hombres magnetiza-
dos por su tierra puede ser o la Nación o el Estado. En
otras palabras: o los vecinos o las leyes de convivencia.
La gente emigra buscando oportunidades que favorezcan su bienestar. Hay emigraciones e inmigraciones. Unos se alejan de entornos que le son adversos
o conflictivos y otros acuden porque piensan que dicho
entorno les favorece. En cualquiera de los dos casos, las
corrientes migratorias se establecen con respeto al orden
que impera en dicho territorio. Podría decirse que la
Nación y el Estado están presentes en dicho territorio y
la gente se aleja o se acerca en función de su conveniencia y/o conformidad, siempre que tengan libertad
para hacerlo.
Hay gente que cuando se plantea la emigración
quiere hacerlo llevándose el terruño en la mochila. Al no
podérselo llevar, no le queda otra salida que levantar un
muro que separe su posesión de la del vecino, siempre
que le dejen hacerlo. Esto solo puede hacerse cuando la
Nación y el Estado de aquel territorio han desaparecido.
Los ansiosos de poder aprovechan la situación para
convertirse en los sátrapas del territorio. Ponen en mar-
cha el agitprop adecuado para convencer a unos y
obligar a otros a aceptar sus maquiavélicos proyectos.
MORALEJA.-
1. El hombre se ha agrupado formando sociedades.
2. Las sociedades necesitan normas de convivencia.
3. Cuando las normas de convivencia no son aplicadas o desobedecidas sin consecuencias, aparece
la discriminación y el malestar, la división de la sociedad y la anarquía.
4. La división y la anarquía es consecuencia de la
falta de voluntad política para imponer la Ley.
5. De nada sirve tener un cuerpo normativo que
ocupa todas las bibliotecas de este mundo si no hay
un gobierno que las haga respetar.
CASO CATALÁN Y VASCO.
Todo lo dicho no deja de ser un argumento para explicar el proceso de desintegración de España, que he
querido expresar como Ex-paña. Lo que está pasando
con Cataluña no es otra cosa que el abandono de los
ciudadanos por el Estado español. No es un problema
de falta de leyes, es un problema de falta de gobiernos
con voluntad política para defender los intereses nacionales de sus ciudadanos. El Gobierno encargado de
respetar y hacer respetar las Normas es incapaz de hacerlo, por motivos interesados y mezquinos, dejando a
sus ciudadanos desprotegidos. El Gobierno ha demostrado su incapacidad al delegar una decisión ejecuti-
va en la judicatura y los tribunales, cuyas resoluciones
han sido cobardemente ignoradas.
Si los gobiernos de una Nación son incapaces de
aplicar las Normas que regulan el Estado es porque ese
Estado ha desaparecido, está roto, nadie cree en él.
Rajoy no solo ha traicionado a sus votantes, ha renunciado al gobierno de la Nación, ha permitido a representantes del Estado la desaparición del Estado español
de unas partes del territorio nacional. Esta es la quiebra
del Estado Ex-pañol, tal como yo la veo.
Queda claro que lo que se quiebra es la Nación y el
Estado. Los ciudadanos que viven en el territorio de la
antigua Península Ibérica seguirán queriendo a su “terruño” como si no pasara nada. Soportarán estoicamente las desgracias que les toque vivir, y vivirán para contarlo
a sus retoños. El “padre de familia” seguirá cumpliendo
su designio bíblico: dar estabilidad a la sociedad. Solo
los provocadores, traidores, cobardes, asaltadores antidemocráticos se camuflarán en la sociedad o huirán con
el dinero que han escamoteado, robado o saqueado al
Estado, si llegara el caso, que decían defender.
Esto pienso en Madrid hoy 25 de noviembre de
2014. siendo las 13 horas 29 minutos.